PROYECTO IPAF-FIDA de FIMI
ORGANIZACIÓN
Asociación de Cooperación para el desarrollo Económico, Social y Ambiental (ACDESA)
PARTICIPANTES DIRECTOS
602
PARTICIPANTES INDIRECTOS
17,286

Fortalecimiento de la gestión del recurso hídrico a través de la implementación de tecnologías ancestrales conservacionistas de agua y suelo, así como el monitoreo de los caudales ecológicos en puntos claves de la cuenca del Río Sensunapán. Capacitación en gestión integrada y educación ambiental para el manejo de conflictos por agua. Mejoramiento de las propiedades biofísicas del suelo, manejo de los sistemas agroforestales y desarrollo de iniciativas para la conservación y protección del bosque. El objetivo general del proyecto es reducir la afección de los ecosistemas asociados al río y satisfacer la demanda hídrica de los usuarios.

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Pushtan, Sisimitepec, Tajcüilüjlan / Sonsonate / El Salvador
Lengua
Nahuat
POBLACIÓN
17,113
Altitud
545 m
COORDENADAS
17,113
Extensión Territorial
5,400 ha
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Las comunidades de Pushtan, Sisimitepec y Tajcüilüjlan se encuentran en la parte media del río Sensunapán que tiene un poderoso flujo de agua. Forman parte de la cuenca y región hidrográfica río Grande de Sonsonate, ubicada en el municipio de Nahuizalco, El Salvador. Estas comunidades representan uno de los mayores asentamientos Nahuat Pipil. El entorno es tropical con temperaturas que oscilan entre los 27°- 28° grados. La temporada de lluvias dura siete meses, del 14 de abril al 28 de noviembre.

La resistencia sustentable
Pushtan, Sisimitepec, Tajcüilüjlan / Sonsonate / El Salvador
Fotografías Lissette Lemus
TEXToJorge Varela

El gobierno de El Salvador apenas reconoció oficialmente la existencia de sus Comunidades Indígenas en 2014. La violencia del Estado y los continuos intentos de borrar su presencia, han provocado que su forma de vida y la relación que mantienen con el entorno se encuentren bajo amenaza. Pese a todo, las comunidades han encontrado maneras para sobrevivir.

De los tres grandes Pueblos Indígenas que habitan en El Salvador (los Lencas, los Cacaoperas y los Nahuat Pipiles), únicamente se sigue hablando la lengua de los Nahuat Pipiles, parientes cercanos de las comunidades Náhuatl mexicanas.

“El Nahuat no, dicen (los jóvenes), porque es un idioma con el que no se pueden enfrentar a las personas que vienen de fuera”, explica Fernando Aguilar Marcelino, del municipio de Nahuizalco, en el occidente de El Salvador.

A las históricas represiones del Estado salvadoreño, se han sumado las problemáticas globales, que presionan de nuevas formas a estas comunidades.  

En el municipio de Nahuizalco, ubicado en la parte media del río Sensunapán en el departamento de Sonsonate, reside una de las concentraciones más grandes de la población Nahuat Pipil del país. Fernando proviene del cantón Pushtan, uno de los 15 que componen el municipio. Tiene una esposa y 7 hijos y, además de ser agricultor, es un miembro activo en su comunidad.

Para este hombre de 49 años es importante fomentar la cooperación comunitaria y trabajar para tener un tejido social más fuerte. Le preocupa la degradación medioambiental que se ha intensificado en los últimos años. “Nuestros abuelos convivían bastante con la naturaleza. Ahora, hay sobrepoblación que está avanzando rápido sobre el terreno”, dice. Las implicaciones de este degrado no le escapan: “En nuestras comunidades, la manera de subsistencia es la tierra, de ahí surgen todos los alimentos”.  

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(4) Plantación de albahaca de Fernando Aguilar, Pushtan.  (5) Sistema de riego por aspersión con agua del río Los Trozos.  (6) Quequeshte, la planta es utilizada como barrera natural en los terrenos y la hoja como envoltorio ecológico.  (7) Detalle de una flor de chufle, utilizada como verdura en caldos y sopas.  (8) Fernando Aguilar, líder comunitario del cantón Pushtan.

Para enfrentar esta situación, tres comunidades del municipio de Nahuizalco — Pushtan, Sisimitepec y Tajcüilüjlan— se involucraron en un proyecto junto con la Asociación de Cooperación para el Desarrollo Económico, Social y Ambiental (ACDESA), con el objetivo de desarrollar las capacidades técnicas en el uso sostenible de los recursos.

Con el acompañamiento del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) y el apoyo financiero del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), a través de su Fondo de Apoyo a los Pueblos Indígenas (IPAF), desde mediados del 2019 hasta julio del 2020 se implementaron una serie de medidas para cumplir este propósito. El proyecto tuvo cuatro ejes principales: obras de conservación, acciones de diversificación agrícola, acciones de agroforestería y capacitaciones.

Las obras de conservación se centraron en la construcción de 6,000 metros de zanjas para la cosecha de agua, con capacidad de almacenar hasta 200 litros; y 6,000 metros de barreras vivas, construidas con plantas comestibles para cubrir la doble función de cultivar y evitar la erosión de la tierra.

“En nuestras comunidades, la manera de subsistencia es la tierra, de ahí surgen todos los alimentos”.

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(9) El poderoso flujo de agua del río Sensunapán.  (10) Microorganismos que ayudan a descomponer la materia orgánica en cajuelas de filtración.  (11) Frijoles cultivados por Lucas Campos en el caserío Los Marcelinos, Pushtan.  (12) Las primeras guayabas en los cultivos de Cayetano Pérez en el cantón Sisimetepec.  (13) Los árboles frutales son parte de los cultivos mixtos de las comunidades.  

El proyecto de agroforestería consistió en la siembra de 7,000 árboles forestales y frutales para reforestar los terrenos que se han perdido ante el avance de la población. Estas plantaciones también sirven como alimento y, eventualmente, como maderables. Pero sobre todo, cuenta Fernando, los árboles contribuyen a mejorar la calidad de vida de la comunidad. “Los árboles forestales se desarrollan y van purificando las corrientes de viento que vienen contaminadas. Todos respiramos ese aire”.

Las obras de diversificación agrícola recuperaron saberes ancestrales de multicultivo y multipostura —plantar juntas semillas de cultivos distintos— para que se fortalezcan entre ellas. Estas prácticas fomentan la transmisión de saberes de los ancianos hacia las generaciones más jóvenes.

Todas estas acciones fueron acompañadas de capacitaciones para construir y mantener las zanjas y barreras vivas, así como aprender acerca del multicultivo y multipostura.

Aunque se realizan esfuerzos por recuperar la lengua, se cree que actualmente existen menos de 200 personas que hablan el Nahuat.

Fernando, además de beneficiarse de las capacitaciones, contribuyó compartiendo sus conocimientos agrícolas con aquellos que los necesitaban. Este intercambio, dice, fue de los aspectos más positivos. “Creemos que al conocimiento se le puede dar un valor agregado, pero solo cuando se comparte con otros. Yo estoy en disposición de aprender, pero también de enseñar”.

A Fernando le impresionó sobre todo la voluntad y capacidad de la gente de responsabilizarse y cooperar para la mejora de la comunidad: “Cuando una persona se vuelve consciente al hacer una obra, a partir de ese momento, yo lo considero un cambio porque acepta que cierta actividad u obra ejecutada tiene importancia. A partir de ahí, cada uno se vuelve un ente colaborador y responsable”.

Lo importante del conocimiento aprendido, además de favorecer de manera inmediata a las comunidades, fue fomentar un cambio de conciencia y demostrar que es posible implementar proyectos complejos a través de la cooperación. Los Nahuat Pipiles, así como los otros Pueblos Indígenas de El Salvador, llevan siglos bajo asedio de un Estado que pretende marginarlos. Aunque parten de condiciones profundamente desiguales, las comunidades resisten. Ahora, se enfrentan a los nuevos retos del siglo XXI y responden organizándose y cooperando.