PROYECTO IPAF-FIDA de FIMI
ORGANIZACIÓN
Educación, Cultura y Ecología, Asociación Civil - Educe AC a través de su patrocinador fiscal Saberes Locales, AC
PARTICIPANTES DIRECTOS
53
PARTICIPANTES inDIRECTOS
242

Fomentar la transmisión de conocimientos entre generaciones con el objetivo de dar continuidad al cuidado y la defensa del territorio. Se busca apoyar las actividades tradicionales como la milpa Maya a través del establecimiento de parcelas demostrativas y la conservación de semillas nativas. Se realizará el proyecto en comunidades donde existe representación del Consejo Regional Indígena Maya de Bacalar (CRIMB) y del Colectivo de semillas Much Kanan I’inaj (CMKI). Se llevarán a cabo encuentros campesinos para garantizar la distribución de las semillas en la región, con el objetivo de conservar la diversidad, fomentar la siembra de variedades locales y consolidar la seguridad alimentaria.

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Blanca Flor, La Buena Fe, Guadalupe Victoria, Paraíso / Quintana Roo / México
Lengua
Maya Peninsular
POBLACIÓN
3,000
Altitud
29 m
COORDENADAS
17,113
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Las comunidades pertenecen a la región poniente del municipio de Bacalar, en el estado de Quintana Roo, México. El clima del municipio es cálido subhúmedo con lluvias en verano. Las tierras se han visto amenazadas con prácticas de monocultivo que afectan el equilibrio del entorno y a los suelos propios de una península emergente. La temperatura media anual oscila entre los 25°-  27°C. Los vientos dominantes provienen del Mar Caribe y llenan de humedad al continente.

Si hay maíz, hay vida
Blanca Flor, La Buena Fe, Guadalupe Victoria, Paraíso / Quintana Roo / México
FotografíasTania Barrientos Radilla
TEXTOLuis Fernando Vargas

“Las tierras no se venden”, dice Juan Bautista Yeh y Teh, de origen Maya. Sus 68 años y más de seis décadas trabajando la milpa, junto con su tono de voz, le dan contundencia a su declaración. No solo eso: Juan cree que hay que darle un tratamiento justo, cuidar de ella.  Durante toda su vida ha visto personas que trabajan la tierra buscando riqueza, un sinfín de parcelas destruidas por esa lógica. “Yo tengo la idea de que si la tierra que tengo y la que siembro me da de comer, todo está bien”, dice convencido.

El cuidado que don Juan da a su milpa es metódico, la comida no falta. Todos los días está de pie a las seis de la mañana, listo para desayunar. Media hora después sale de su casa y a las siete ya ha llegado a su terreno en la comunidad La Buena Fe, en la región Poniente de Bacalar, estado de Quintana Roo, al sur de México, bordeando la frontera con Belice y el límite con el mar Caribe. Ahí, el trabajo es arduo: echar machete, arar la tierra, sembrar las semillas, dejar todo listo para la llegada de la lluvia que hará crecer lo que se necesita.

Quintana Roo es el cuarto estado de México con mayor número de personas que se reconocen como indígenas, 40% de la población, sólo por debajo de Oaxaca, Yucatán y Campeche. La lengua Maya Peninsular es hablada por casi 178,000 personas.

La Buena Fe está compuesta por 285 habitantes de origen Maya Peninsular. La mayoría dedica su tiempo a la milpa. Son ejidatarios, es decir, que según la legislación mexicana las tierras son propiedad colectiva, imposibles de vender. Algunos otros —los menos— se dedican a trabajos fuera del pueblo, aunque últimamente los jóvenes están saliendo de la escuela a buscar oportunidades en otros lugares. “Los que se quedan son pocos”, dice Juan y eso es lo que más le preocupa como líder comunal.

“Nos ha costado trabajo porque la gente ya tiene esa idea de meter cultivos híbridos acá, por presión de una empresa muy fuerte. Pero ahí estamos dándoles guerra, como quien dice. No vamos a permitirles a ellos que nos invadan de esa manera”.

Entre los esfuerzos por mantener la cohesión de su pueblo está el encuentro campesino que se realizó con el acompañamiento del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) y el financiamiento del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), a través de su Fondo de Apoyo a los Pueblos Indígenas (IPAF). En esta reunión las personas trabajadoras de la milpa  —la comunidad en pleno  — intercambiaron saberes y semillas, crearon un espacio de posicionamiento político de la situación indígena y el avance de los transgénicos en los cultivos de la zona.

El encuentro formó lazos y redes que mantienen sus tradiciones vivas, que promueven arraigo con su cultura y su pueblo. El proyecto abarca ocho comunidades en donde hay representación del  Consejo Regional Indígena Maya de Bacalar (CRIMB) y del Colectivo de semillas Much Kanan I’inaj (CMKI).

“La feria de la semilla invita a las personas a que no dejen de sembrar las semillas que nuestros abuelos nos dejaron y así seguir conservando. La mejor manera de conservar es sembrando, y de eso se trata, de cuidar la semilla”, así explica Juan una de las actividades más importantes del encuentro.

Las semillas dan la vida y tienen un carácter sagrado para el Pueblo Maya. Preservarlas no es sólo cuidar el maíz y los cultivos que sustentan a las comunidades y que han alimentado a sus antepasados, también es proteger el significado que tiene la tradición ancestral de la siembra.

Es una lucha por alimentos de buena calidad. El uso de semillas híbridas, o manipuladas genéticamente, es cada vez más usual en la zona. “Ya hemos visto que estas semillas híbridas no duran mucho tiempo, a diferencia del maíz criollo. El maíz criollo, si uno lo cultiva en la manera como nos lo enseñaron los abuelos, que hay que buscar la luna para seleccionar la semilla, para sembrar y para cosechar, aguanta mucho tiempo, no se apolilla, como se dice. En comparación, el híbrido todavía está en la mata y ya está cayendo su polvito, si no lo cosecha uno”, dice  Juan.

“Nos ha costado trabajo porque la gente ya tiene esa idea de meter cultivos híbridos acá, por presión de una empresa muy fuerte. Pero ahí estamos dándoles guerra, como quien dice. No vamos a permitirles a ellos que nos invadan de esa manera”.  

La amenaza del monocultivo en Quintana Roo está muy presente. Sus prácticas de siembra y recolección están fundadas en una lógica de deforestación, explotación del suelo, uso fuerte de plaguicidas y expansión. Cada día, más personas venden sus tierras.

En el estado de Quintana Roo hay 593 comunidades en donde habitan cerca de 200,000 personas hablantes de la lengua Maya Peninsular. Esto representa un 16.2 % de la población total de la entidad.

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(10) Las y los ancestros Mayas asistían a estas elevaciones naturales del terreno para realizar ceremonias. En años recientes, los montículos han sufrido daños considerables. (11) Heber Uc, miembro del Colectivo Xa'aybe. Al fondo, una granja menonita. (12) Los jóvenes de las comunidades son herederos de los saberes y costumbres de sus padres y abuelos, quienes ven en ellos la continuidad del cuidado de la tierra. (13) Otras actividades económicas en los pueblos mayas son la apicultura, la fabricación de artesanías como las hamacas y la venta de comida tradicional. (14) Piñas. (15) El hijo de Don Juan Pat le corta el cabello previo a los festejos por su cumpleaños. (16) Caminos del territorio Maya en el sureste mexicano.

Mientras tanto, Juan sigue compartiendo semillas, sigue organizando y manteniendo un modo de vida en armonía con la tierra, que es cada vez menos común. Mañana se levantará a las seis de la mañana, desayunará —con tortillas, por supuesto, un alimento fundamental, sagrado— e irá a la milpa a trabajar. “No es un trabajo muy, muy cómodo. Pero me da mucho gusto hacerlo. Y cuando disfruto de mi trabajo, pues me siento más contento todavía”, cuenta.

Juan se lo recuerda a sus hijos constantemente: “La tierra no se vende”. Su sueño es que cada persona con una milpa cuente con unas semillas de maíz criollo. Aunque sean unas pocas, para cultivar, para mantener viva su cultura, su cosmovisión. Espera que con estas iniciativas de encuentros, más jóvenes se arraiguen a su tierra y aprendan el trabajo de la siembra. De algo está seguro: mientras haya maíz, habrá vida.

Blanca Flor, La Buena Fe, Guadalupe Victoria, Paraíso / Quintana Roo / México